Recuerdos de la lluvia en Granada.
Cuando llovía en Granada, las colinas se escondían
tras las nubes.
El Generalife era un vigilante de verano atrincherado,
y el valle del Darro era un lugar silencioso
donde las aguas yacían tranquilas en el remanso de lo inhóspito
y de lo destartalado. Senderos que abrían la vía del norte.
Cuando llovía en Granada, sierra Elvira era una sombra proyectada sobre la vega.
La fábrica de las cervezas Alhambra, en plena producción, humeaba con el color de habemus papam.
La muralla separaba la ciudad como siempre
pero se veía confundida por la niebla
y, en las calles, el agua corría por los canalillos para ir a dormir a los aljibes.
pero se veía confundida por la niebla
y, en las calles, el agua corría por los canalillos para ir a dormir a los aljibes.
Darro y Genil entonces eran pequeños grandes gigantes
que crecían no tanto como con el deshielo
e iban a juntarse
cerca del Humilladero
.
que crecían no tanto como con el deshielo
e iban a juntarse
cerca del Humilladero
.
Nosotros jugábamos a hacer casas de piedra
cerca de la biblioteca del Salón.
cerca de la biblioteca del Salón.
Los palacios eran refugios
inaccesibles para el viandante. Más útil era entonces una corriente cornisa, o entrar en los cafés llenos de gente.
inaccesibles para el viandante. Más útil era entonces una corriente cornisa, o entrar en los cafés llenos de gente.
Uno se reconcilia con las ciudades que ama cuando llueve.
Me gusta como lo cuentas y lo describes.Precioso Pablo!
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