Crónica de un sábado lluvioso
"Ama tu soledad y soporta el sufrimiento que te causa." Rilke
Abril nos trae la estación de las lluvias.
El agua necesaria para que los campos se llenen de flores,
para que los ríos crezcan como consecuencia del deshielo
de las nieves que aún habitan en las montañas,
crónica de la constructora primavera.
El líquido monólogo hoy se extendió a las aceras.
Bajo los puentes,
pequeños mares se formaban
y los coches los cruzaban como los niños
saltan sobre los charcos.
El luminoso centro nunca para.
Muchedumbres ingentes en sus vías principales.
Es la ciudad-escaparate, donde todo se compra
menos la soledad,
que pueda llegar a ser sonora.
El pequeño universo de un viandante cualquiera
puede ser todo lo grande
que su imaginación le confirme.
Puede estar amueblado por imágenes retrospectivas,
planos de mapas de ciudades inventadas,
no visitadas,
refugios donde guarecerse
del frío,
palabras, números de teléfono
escritos en la servilleta de un bar,
pañuelos con perfume dedicados,
cajitas de nácar
y antiguos billetes de obras de teatro,
libros y más libros,
calculadoras y astrolabios.
En la crónica de un sábado lluvioso,
uno puede referirse
a la lógica
incompleta de la construcción de un amor
desde los aledaños
de la ciudad fortificada.
Puede escribir románticas cartas
que no se envían,
agarrar paraguas mojados,
recitar silenciosamente versos de los grandes maestros.
Abril nos trae la estación de las lluvias.
El agua necesaria para que los campos se llenen de flores,
para que los ríos crezcan como consecuencia del deshielo
de las nieves que aún habitan en las montañas,
crónica de la constructora primavera.
El líquido monólogo hoy se extendió a las aceras.
Bajo los puentes,
pequeños mares se formaban
y los coches los cruzaban como los niños
saltan sobre los charcos.
El luminoso centro nunca para.
Muchedumbres ingentes en sus vías principales.
Es la ciudad-escaparate, donde todo se compra
menos la soledad,
que pueda llegar a ser sonora.
El pequeño universo de un viandante cualquiera
puede ser todo lo grande
que su imaginación le confirme.
Puede estar amueblado por imágenes retrospectivas,
planos de mapas de ciudades inventadas,
no visitadas,
refugios donde guarecerse
del frío,
palabras, números de teléfono
escritos en la servilleta de un bar,
pañuelos con perfume dedicados,
cajitas de nácar
y antiguos billetes de obras de teatro,
libros y más libros,
calculadoras y astrolabios.
En la crónica de un sábado lluvioso,
uno puede referirse
a la lógica
incompleta de la construcción de un amor
desde los aledaños
de la ciudad fortificada.
Puede escribir románticas cartas
que no se envían,
agarrar paraguas mojados,
recitar silenciosamente versos de los grandes maestros.
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