Los sueños sólo se apagan
Los sueños sólo se apagan
si se apaga la luz que los trajo.
Los sueños mueren con el soñador. Es algo que se puede
ver escrito en los muros de los barrios acostumbrados.
Como parte de la mecánica de un Lunes cualquiera
en el que me siento a componer
pequeñas piezas con casi armonía,
miro adentro para entender qué
me llevó a escribir estos versos.
Tal vez esa necesidad de autoafirmación,
ese lento pálpito que me invita a creer,
a seguir creyendo,
en que los sueños sólo se apagan si se apaga
la luz que los trajo.
Pero no puedo pretender que mi sueño se parezca al tuyo,
ni que tú concibas el sueño como yo lo concibo,
de la misma exacta y milimétrica manera
en que un carpintero corta la pieza
para fabricar el mueble.
Pero no puedo pretender que lo definas como sueño,
ni siquiera que lo definas.
Tal vez la ilusión, la fantasía.
Nada está perdido si uno no abandona
la construcción de un sueño,
o la construcción a secas.
Los hay aplazados, los hay congelados
como el suelo de un amanecer de enero.
Si hay que forzarlos, no son sueños sanos.
Si nos enfadan, no son sueños amables.
Todo llega. Todo acaba. Nada dura para siempre,
pero hay viajes que comienzan y
no terminan.
Que son silenciosas travesías
por el río del tiempo.
Intermitentes luciérnagas
en la noche de verano.
si se apaga la luz que los trajo.
Los sueños mueren con el soñador. Es algo que se puede
ver escrito en los muros de los barrios acostumbrados.
Como parte de la mecánica de un Lunes cualquiera
en el que me siento a componer
pequeñas piezas con casi armonía,
miro adentro para entender qué
me llevó a escribir estos versos.
Tal vez esa necesidad de autoafirmación,
ese lento pálpito que me invita a creer,
a seguir creyendo,
en que los sueños sólo se apagan si se apaga
la luz que los trajo.
Pero no puedo pretender que mi sueño se parezca al tuyo,
ni que tú concibas el sueño como yo lo concibo,
de la misma exacta y milimétrica manera
en que un carpintero corta la pieza
para fabricar el mueble.
Pero no puedo pretender que lo definas como sueño,
ni siquiera que lo definas.
Tal vez la ilusión, la fantasía.
Nada está perdido si uno no abandona
la construcción de un sueño,
o la construcción a secas.
Los hay aplazados, los hay congelados
como el suelo de un amanecer de enero.
Si hay que forzarlos, no son sueños sanos.
Si nos enfadan, no son sueños amables.
Todo llega. Todo acaba. Nada dura para siempre,
pero hay viajes que comienzan y
no terminan.
Que son silenciosas travesías
por el río del tiempo.
Intermitentes luciérnagas
en la noche de verano.
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