Contra el viento y la marea,
contra la desesperanza y los
malos presagios,
aprendimos a perder
para después
alcanzar los cielos.
Esa carta leída a destiempo,
ese adiós con la mano o esa mirada de tristeza sin consuelo aparente,
no nos impedirán
sentirnos plenos
cada vez que el buen recuerdo
nos invada
como un ejército sigiloso,
nítido y resplandeciente.
Contra el viento y la marea,
juntos alcanzaremos
el colorista epílogo de la tarde,
nos desharemos
de las madejas tejidas por las arañas
y, si el balance de este amor
nos cuadra,
le compondremos versos
a la lenta alegría de sabernos
unidos.
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