Compañera,
estamos hechos de amor y de materia,
y en ese devenir
de emociones, afectos,
somos almas
y encrucijadas propias del cuerpo,
que
recuerda un aroma,
un gesto o una mirada.
Pero no se vive del recuerdo,
y el presente apremia,
la vida es cambiante.
No ocupamos posiciones fijas
en el metal cotidiano,
ni brillamos de la misma forma siempre,
con la misma intensidad.
Somos polizones de barcos que viajaron,
hacia islas
donde no se distinguía la línea del horizonte.
Compañera, somos
arena en una tormenta del desierto,
somos ráfaga que agita
las ramas del álamo.
Somos lo inevitable,
arte efímero
que se vuelve casi eterno
al invocar
a la silenciosa noche,
de fuentes calmas,
arroyos que se hacen ríos
al filo de la luz del alba.
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