martes, 6 de octubre de 2015

La historia del sabio profesor y del joven soldado

Hubo una vez
un sabio profesor
que conoció a un joven soldado.

El sabio tenía la ciencia de su lado,
la mesura, la medida,
la disciplina interior.

El joven poseía la alegría, las ganas,
la pasión, la lucha sin cuartel
y a deshoras.

Ambos discutían, ambos conversaban,
algo les unía,
a pesar de las trincheras
invisibles
que se construyen
cuando la comunicación
se quiebra.

Aunque tuvieran la misma opinión,
nunca estarían de acuerdo,
y es que una fuerza misteriosa,
les empujaba a
ser antagonistas,
a colocarse en bandos contrarios.

El sabio todo lo malinterpretaba,
veía enemigos
en los intentos de acercamiento.
El joven en su bondad tendía su mano.
Conocía el tamaño de su rencor.

Pese a todo,
el sabio enseñó con su silencio,
y sin muchas palabras,
cuál era el motivo de su discrepancia.
Y el joven empezó a comprenderlo.
Sabía ser justo, pero con él perfeccionó
la técnica.
Reconoció sus actos de arrogancia,
su profunda ceguera,
su sinrazón.
Enumeró razones que le impedían
comportarse de otra forma.

Así distantes,
El joven agradeció todo lo aprendido.

Se despidieron y ya no había
odio.
Sólo un camino solitario,
aprendizaje de vida,
hacia el interior

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