Somos arquitectos de nuestra vida.

Somos arquitectos de nuestra vida,
diseñadores de interiores
de nuestros espacios,
ingenieros de nuestra alma,
paisajistas
de nuestras tardes,
albañiles
de nuestros momentos,
cocineros de un futuro cercano,
de todo lo alcanzable.

También sin pretenderlo,
somos humildes poetas,
que escriben prosaicos versos,
sin demasiado adorno,
sin tanto artilugio.
Versos caminantes,
que se ponen en pié,
y continúan
su marcha.

Somos arquitectos de nuestra vida.
Jardineros
de lugares donde crecen las flores,
donde los árboles
se yerguen firmes,
se llenan de las hojas cada primavera . Reverdecen,
y en otoño amarillean. De un tono ocre se visten.


Al invierno se desnudan
como los amantes
antes de yacer unidos.

Somos arquitectos de nuestra vida,
compositores, sin conocer solfeo, de la música
que nos abriga el alma.

Las flores del cerezo nacen blancas y rosadas.
Las del almendro lucen
níveas.

Somos arquitectos de nuestra vida,
artesanos de nuestros silencios,
voceros de nuestras angustias,
cronistas de lo vivido, de lo soñado,
pasajeros del tren del presente.



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