En la ciudad de plata
"Del
poema los álamos de plata", Federico García Lorca
En la mañana,
el rocío
avisa
de que el nuevo día
ha llegado,
y la ciudad de plata abre
sus puertas.
La fortaleza despliega sus
portones.
El puente levadizo
se desploma lentamente.
En la
tarde,
los
árboles
brillan
y el cielo se llena
del color del amaranto.
Cuando
perece, la esmeralda
ha
cubierto el tapiz
de
oscuro.
En la
noche,
la luz
argéntea de la luna reposa
sobre
los muros gastados
de
calles
desnudas
y,
cerca del río,
los
álamos
susurran
canciones antíguas
en su
desolada soledad.
Sólo
acompañados
por el
dulce susurro del viento,
como
viandante que portase
un
reloj sin manecillas,
sin
números,
que no
marcase las horas.
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