Eva le escribió a Adán
Eva le escribió a Adán
y le pidió que salieran juntos
de las sagradas escrituras,
que abandonaran los focos,
el camerino de los actores protagonistas,
y que se vistieran con ropas
nuevas tomando rumbo
hacia las calles pobladas.
Que se olvidaran
de aquel absurdo debate
sobre quién era la costilla de quién.
Que ambos eran subconjuntos de ambos.
A Adán le pareció bien
y aceptó su propuesta.
De vez en cuando
se les puede ver practicando
sus génesis
cogidos de la mano
por las calles del centro,
en parques de estilo romántico,
en atardeceres de otoño
caminando por parajes solitarios,
abrazándose
a espaldas
del mundo que les da la espalda.
Eva le escribió a Adán
y fué el comienzo
de un universo
que cabe
en la profundidad de una mirada
o en el perfume
afrutado de un abrazo,
en un adiós
en una parada de autobús
o
en los puntos suspensivos
que dejan algunos silencios.
Eva le escribió a Adán
y en su carta
había palabras precisas,
palabras justas,
como islas
de un mar llamado amor,
que forman
un archipiélago de afecto.
y le pidió que salieran juntos
de las sagradas escrituras,
que abandonaran los focos,
el camerino de los actores protagonistas,
y que se vistieran con ropas
nuevas tomando rumbo
hacia las calles pobladas.
Que se olvidaran
de aquel absurdo debate
sobre quién era la costilla de quién.
Que ambos eran subconjuntos de ambos.
A Adán le pareció bien
y aceptó su propuesta.
De vez en cuando
se les puede ver practicando
sus génesis
cogidos de la mano
por las calles del centro,
en parques de estilo romántico,
en atardeceres de otoño
caminando por parajes solitarios,
abrazándose
a espaldas
del mundo que les da la espalda.
Eva le escribió a Adán
y fué el comienzo
de un universo
que cabe
en la profundidad de una mirada
o en el perfume
afrutado de un abrazo,
en un adiós
en una parada de autobús
o
en los puntos suspensivos
que dejan algunos silencios.
Eva le escribió a Adán
y en su carta
había palabras precisas,
palabras justas,
como islas
de un mar llamado amor,
que forman
un archipiélago de afecto.
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